lunes, septiembre 26, 2005

UN DIRECTO AL CORAZON

Ganas fuerza, valor y confianza en ti mismo con cada experiencia en la que te paras a observar el miedo en tu rostro....Debes retarte y luchar por conseguir lo que crees que no puedes alcanzar.


Observó cómo su esposa abría la caja de hielo y sacaba la última botella de leche fresca que apenas estaba llena. Se dirigió al fregaderlo y rellenó la botella con agua. Sonrió a Rosy y guiñó un ojo a su marido.

-¿Quién necesita una vaca?. Se dirigió hasta el horno, cogió tres platos y cortó una rebanada de mortadela para cada uno.

-Rosy -ordenó Jim dirigiéndose a su hija-. Dame tu tenedor.

El trozo de carne era muy fino, y mientras cortaba la porción de su hija, el olor a grasa abrió aún más el apetito de Braddock. Quizá fuera la idea de comer caliente lo que animó a Jim, o los recuerdos pasados de su esposa, o el hecho de verla ahora tratando de parecer feliz ante su esposo e hija.

-Esta noche lucharé contra Feldman. Abe Beldman. Dieciocho victorias, una derrota y ningún empate. Un registro mucho mejor que el suyo, pensó Jim, aunque no quería decírselo a su mujer.
-Eso es dinero-. Y cincuenta dólares era mejor que una semana de trabajo sudando en el muelle, un dinero que rara vez recibía.

-Mamá, quiero más.
-Lo siento, cariño. Tenemos que ahorrar algo para los niños.

Jim miró a Mae y a Rosy. Las dos habían vaciado sus respectivos platos. El de Jim todavía contenía el apetecible trozo de carne.
-Mae, ¿Sabes lo que he soñado esta noche? -comentó Jim mientras se levantaba de la mesa-. Soñé que cenaba en el Ritz...-Jim se puso su viejo abrigo, sus guantes remendados y su sombrero destartalado-. Y me tomaba una enorme y jugoso filete. -Jim levantó sus dedos pulgar e índice-. Así de grueso, Rosy, y comía tanto puré de patatas y helado que ahora ya no tengo apetito.

La niña miró fijamente a su padre con los labios temblorosos y las cejas unidas en un gesto de escepticismo. A pesar de que tenía seis años, no era una mocosa ni una tonta. Jim se dio cuenta de que tendría que esforzarse más. -¿Puedes acabarte esto? -preguntó a su hija-. Mamá lo ha cocinado y no quiero que se desperdicie. Rosy no parecía muy convencida, de modo que Jim cogió de nuevo su tenedor, esta vez para coger su trozo de carne y dejarla en el plato de su hija. Con los ojos bien abiertos, y el estómago prácticamente vacío, la niña empezó a comer de inmediato.

-Jimmy. -Mae trató de oponerse a ello, aunque Jim acercó su boca a la de su mujer.
Cuando terminó de besarla, la mirada de Mae se cruzó con la de Jim. "No puedes trabajar con el estómago vacío" -protestaron sus ojos-. "¿En qué estás pensando?". Pero la respuesta de Jim era muy sencilla: "Vosotras sois mis chicas".

Marc Cerasini (Cinderella Man. El hombre que no se dejó tumbar)



Por propia experiencia, he descubierto que el juego más difícil es el juego de la vida, y cuando un hombre puede hacer en ese juego lo que Jim ha conseguido, ¿qué significa una pelea, o un puñetazo en la barbilla?
Joe Gould
entrenador de James J. Braddock

En ninguna lista aparecerá entre los diez mejores, pero....puesto que otros se ven a sí mismos reflejados en él y en sus combates, es posible que haya pertenecido a más personas que cualquier otro campeón de la historia
W.C. Heinz
crítico de boxeo y novelista

Es un tipo estupendo, y tiene una magnífica historia que contar.
Damon Runyon

legendario periodista que apodó por primera vez a James J.Braddock
"The Cinderella Man"
El Boxeo es un deporte de medios pasos y medias pulgadas, de
oportunidad, nervio, dolor, resistencia y, en ocasiones, de suerte.
Evidentemente esta historia es mucho más que la historia de un Boxeador

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sábado, septiembre 24, 2005

EL HOMBRE QUE NO SE DEJÓ TUMBAR


"En toda la historia del boxeo, es imposible encontrar una vida comparable a la de James J.Braddoc" -Damon Runyon (1936) "

De Bulldog de North Bergen a Gentleman Jim. El boxeador James Braddock (1905-1974) disfrutó de varios apodos durante su carrera, pero el que mejor resumió sus gestas fue Cinderella Man, el Hombre Cenicienta. Se lo inventó un periodista deportivo porque la vida de este héroe de los desheredados parecía un cuento de hadas.

Braddock conoció el éxito en el cuadrilátero en los años 20 para luego, como millones de estadounidenses, tocar fondo con el desastre bursátil de 1929. Pasó de ganar 8.000 dólares por día a sobrevivir de la caridad para mantener a su esposa y a sus hijos. Se rompió una mano, sufrió un accidente de coche y recibió tantas palizas en el ring que perdió la licencia porque nadie quería verle morir.

Así que cuando su antiguo entrenador le ofreció dejar de mendigar como peón portuario y calzarse los guantes no vaciló. Sólo tenía que aguantar unos asaltos ante John Griffin, pero Braddock acumulaba tanta rabia que le tumbó. Encadenó una pelea victoriosa tras otra ante el fervor de un país que se identificó con uno de los suyos, alguien que supo aprovechar su segunda oportunidad. El colofón de su redención fue el combate con el campeón mundial de los pesos pesados, Max Baer. Las apuestas: 10 a 1 contra Braddock.

Calurosamente recibida en Venecia, 'Cinderella Man' está dirigida por el temible Ron Howard, que al parecer ha rebajado sus instintos sensibleros. Russell Crowe, que ya protagonizo a sus órdenes 'Una mente maravillosa', perdió 23 kilos y recibió entrenamiento personal de Angelo Dundee, el hombre que le enseñó a boxear al mismísimo Mohamed Alí. El actor se preparó como los púgiles de los años 30, a base de ejercicios cardiovasculares y sin tocar las pesas. (Por eso no hay musculos Evo, porque el boxeo no son musculos, es necesario entrenar, pero es más necesario tener humildad y espíritu).

"A veces ves algo en un boxeador y no sabes si es algo cierto".

Impresionante la escena en la película, en la casa vacia, sin muebles, una mesa en el centro...y el representante le suelta esta frase a la mujer de Braddock. No puedes saber si es cierto, porque no es algo tangible, no son musculos...no se puede ver...solo se puede sentir...Es espíritu...Es magia.

James J. Braddock, un amateur de Nueva Jersey conocido por su mortífero gancho derecho se convirtió en profesional. Como muchos otros muchachos de clase obrera, Braddock veía en el boxeo un billete a una vida decente. Era lo único que se le daba bien y durante un tiempo fue uno de los mejores.
Durante los primeros años, su carrera parecía muy prometedora y llegaron a apodarle “el Bulldog de Bergen” por su inquebrantable tenacidad que le llevaba a enfrentarse a los más duros contrincantes. Pero tras sufrir una grave fractura en su mano derecha, su carrera empezó a caer en picado. En 1929 sufrió una derrota aplastante a manos del campeón de los pesos pesados ligeros Tommy Loughran, que le venció en una ronda de 15, desencadenando una racha de mala suerte y estrepitosas derrotas. Braddock nunca volvió a ser el mismo.

El país tampoco. Ese mismo año se produjo el crack de la Bolsa, que perdió el 40% de su valor. A medida que la crisis se iba extendiendo, las familias americanas de todas las clases sociales perdieron sus ahorros, sus negocios, sus hogares y sus granjas. En 1932, uno de cada cuatro norteamericanos estaba en paro.


El país entero estaba conmocionado y muchas familias de clase trabajadora tuvieron que recurrir a la beneficencia. Colas para conseguir comida, colas para conseguir trabajo, colas en centros de caridad... algo que los americanos creían que jamás verían en su propio país se convirtió en una estampa habitual. El más pobre entre los pobres se veía obligado a vivir en los llamados “Hoovervilles”, sombríos barrios de chabolas fabricadas en cartón y hojalata que se ubicaban a las afueras de las grandes ciudades. Estos suburbios se denominaron así "en honor" al Presidente Herbert Hoover, quien antes de perder las elecciones en 1932 ante Franklin Delano Roosevelt, no fue capaz de crear programas de ayuda federal para las familias más necesitadas). Miles y miles de individuos vagaban por el país en busca de cualquier trabajo, sin importar cuan duro, humillante y peligroso fuera. Por primera vez en su historia, desde la llegada de los primeros colonos al país, los americanos conocían de primera mano el significado de las palabras hambre y desnutrición. El número de suicidios entre los hombres que habían perdido su trabajo creció de manera descomunal.

Al igual que muchos banqueros, carniceros, granjeros y obreros, la vida de Jim Braddock comenzó a hacerse trizas. Cuando la comisión local de boxeo le obligó a retirarse tras revocar su licencia, Braddock comenzó a buscar trabajo desesperadamente, aunque no había demasiado donde elegir. Aceptó todo tipo de trabajos infrahumanos, arrastrando sacos o cualquier cosa que saliera. Pero la paga era tan miserable que Braddock tenía que alimentar a una familia de cinco miembros con tan sólo 24$ al mes. Se trataba de una batalla perdida de antemano. Cuando la familia no podía hacer frente a los gastos más básicos -leche, gas y electricidad- Braddock se veía obligado a recurrir a la Beneficencia. Aquello era algo que le hería profundamente en su orgullo, un sentimiento de vergüenza que experimentaron todos aquellos que siempre habían trabajado duro por sacar adelante a sus familias.


Hasta que en 1934, coincidiendo con la promulgación del New Deal de Roosevelt, la suerte de Braddock también comenzó a cambiar. Inesperadamente, le surge la oportunidad de enfrentarse a John “Corn” Griffin aunque Braddock tenía todas las de perder. Pero no fue así. Sus ágiles movimientos y sus puños le condujeron hacia la victoria contra todo pronóstico... en parte gracias a la fortaleza que había adquirido en la mano izquierda cuando trabajaba en los muelles. Poco después, demostrando que no se trataba de un golpe de suerte ocasional, se impuso en una ronda de diez a una de las grandes figuras de los pesos pesados ligeros, John Henry Lewis, que contaba con su propio espacio en el Hall de la Fama. Después, derrotó a Art Lasky, que atravesaba uno de sus mejores momentos tras haber perdido un solo combate de los últimos quince que había disputado: Braddock le despachó en una ronda de quince.


Ante semejantes victorias, Braddock volvió a recuperar la confianza en sí mismo. Cuando empezó a ganar dinero una de las primeras cosas que hizo fue devolver al gobierno la deuda que tenía con la beneficencia pública. Este desinteresado acto de honor le valió a Braddock un nuevo apodo entre sus seguidores, que no dejaban de crecer: “Caballero Jim”. De repente, su fama comenzó a traspasar los límites del cuadrilátero y un buen día le surgió la oportunidad de enfrentarse cara a cara con el campeón de los pesos pesados Max Baer.


Estamos ante la mejor película de Ron Howard, en la que su protagonista se convierte en la esperanza para muchos emigrantes irlandeses de la época, en un héroe para sus hijos y en el campeón del corazón de su esposa. Así, la verdad de la acción y del ambiente basta para dar al filme de Howard una notable importancia. Esta autenticidad es mucho más sensible por cuanto la línea de la película y su clima no pasan ni de un predeterminado pesimismo ni de idealización, que generalmente redundan en demérito de la veracidad de un estudio social. Ni pesimismo ni conformismo, pues, la vida crudamente como es, alegre y radiante, rica en fuertes sentimientos, generosos, exultantes, pero también con la sordidez de cada día, la flaqueza, la brutalidad, la violencia. Todo eso supone un gran valor por parte de los protagonistas de esta vibrante película, realzada por la sólida interpretación de Russell Crowe: un comediante de físico normal, compensado por una incesante y prodigiosa energía, una actitud permanente de reto, una tensión muscular continua y la habilidad sin igual de un manipulador nato.

lunes, septiembre 12, 2005

Una Cenicienta Inolvidable


Basada en hechos reales

En plena era de la Gran Depresión, cuando América sufría una de las más devastadoras crisis económicas de su historia, surgió un héroe al que la multitud aclamaba enfervorecida a su paso... Un héroe que demostró al mundo de lo que es capaz un hombre para obtener una segunda oportunidad para él y su familia.

Ese héroe popular fue James J. Braddock -también conocido como "Cinderella Man"- que se convirtió en una de las leyendas más sorprendentes y modélicas de la historia del deporte. A comienzos de los años 30, este infeliz antiguo boxeador se sentía igual de inútil, vencido y desafortunado que el resto de la a población americana. Como muchos otros, Braddock había tocado fondo. Su carrera parecía acabada, no podía hacer frente a sus deudas y para colmo, su familia, lo único que le importaba en esta vida corría serio peligro. Así fue como se vio obligado a recurrir a la caridad pública. Pero en lo más profundo de su ser, Jim Braddock nunca se rindió. Gracias al amor, al honor y a grandes dosis de coraje, consiguió hacer realidad un sueño a todas luces imposible.

Con el fin de ayudar a su familia, Braddock decidió darse una última oportunidad y regresar al cuadrilátero. Nadie daba un duro por él. Combate tras combate, todo el mundo hablaba de las miserias y desgracias del pobre Jim Braddock. Todos excepto el propio Braddock, que movido por algo más que el espíritu competitivo, siguió ganando. De repente, este hombre normal y corriente, incapaz de encontrar trabajo, se convirtió en un deportista mítico que no perdía nunca. Abanderado de las esperanzas y los sueños de los más desfavorecidos, Braddock fue escalando peldaños hasta que, después de hacer frente a las situaciones más adversas, decidió hacer lo inimaginable: vencer al Campeón del Mundo de los Pesos Pesador, el intratable Max Baer, conocido entre otras cosas por haber matado a dos hombres en el ring.

A pesar de ser demasiado mayor, de estar hambriento y de arrastrar numerosas lesiones para ser considerado un contrincante serio -y en clara oposición a los miedos de Mae, que teme por la vida de su marido- Braddock no se echa atrás y decide subirse al ring sin ningún tipo de preparación. Jim dejará atónitos al público y a los medios de comunicación tras noquear a su fulgurante contrincante (en parte, gracias a la infinidad de horas que pasó trabajando en el muelle). Pero la cosa no acaba aquí. Su carrera vuelve a despegar, y poco a poco, victoria tras victoria, comienza a sacar a su familia del agujero.

A medida que Jim Braddock se anota nuevas victorias, crece su popularidad, convirtiéndose en un héroe popular hasta tal punto que, cada vez que se pone delante de un contrincante, simboliza a los millones de hombres que, como él, luchan a diario por sacar adelante a sus familias y mantener vivos sus sueños.

A veces ves algo en un luchador y no sabes si es algo real