La Quimera Del Moribundo
Estoy infinitamente cerca del fin,
y aun así, sigo estando infinitamente lejos del final.
Sensación de impotencia, sensación de desdicha.
Sensación de tristeza, crisol de emociones en mi ser.
Cierro los ojos lentamente, presagio del óbito.
Pienso en la nada, una niebla de temor ciega ahora mi esperanza.
Comienzan los nervios. Arranca una escarpada huida de la realidad.
Los nervios aumentan. ¡Oh! Nace la angustia.
¡No resistiré mucho!, sufro por mi evanescencia.
Lúgubre y aterrador es el hado del eterno sueño.
Mi alma se revuelve entre sollozos de anarquía ¡Cuan dolorosa es la espera!
Ha nacido un temblor en mi cuerpo, me acerco a la inconsciencia,
pero mi curso expirante, me impide alcanzarla todavía.
Cuan sutil es ahora el tenue hilo de la esperanza, una esperanza herida de muerte,
por el silencioso tic tac del caballero, que a nada ni a nadie honra en su paso.
¡No lo soporto más! ¡No consigo llegar más lejos!
Mi cuerpo se convulsiona, ya no atisbo el horizonte de mi obsesión.
¡Cuan dolorosa es la espera!
He despertado y la benevolencia de lo palpable,
no es menos fría ni menos horrible,
y aun ahogándome en el mar de la desesperanza,
asumo una falsa tranquilidad.
Difícil es descansar, cuando la brisa de lo certero, lima tu corazón con impaciencia.
¡Me maldigo por la necesidad de alcanzar la nada!
¡Oh! ¡Naturaleza maldita! No deseo que me invada la oscuridad,
pero no puedo evitar una irónica curiosidad, por conocer el eterno sueño.
Vana curiosidad, nunca podré satisfacerla,
ello implica, el alto precio de mi total inexistencia,
y cuando esto suceda, ni siquiera estas palabras,
tendrán sentido para mí.
Antonio Guisado Sánchez


